La Constitución Política es un símbolo integrador de un país, en la medida que a su sombra, y no al margen, se desenvuelve el dinamismo de la comunidad. Esta función es producto de una conciencia que entiende que la dialéctica política no debe rebasar los cauces del Estado de derecho, y que tanto los derechos y libertades constitucionales, como el funcionamiento de los poderes públicos constitucionales, deben moverse dentro de aquél, es decir, dentro del marco integrador de la Constitución Política, límite para un poder abusivo.
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